UN ALBOROTO PARA VOLVER A CENSURAR DERECHOS
Hay que agradecer a la iglesia española que siga donde está. Sus recomendaciones a los parlamentarios católicos de que voten en contra de la nueva ley que regula el aborto en España nos sumerge, de nuevo, en el tunel del tiempo y nos retrotrae a los años duros del nacionalcatolicismo tan añorado, parece, por la muy Católica Apostólica y Romana iglesia española.
Ya se sabe que desde, al menos el siglo XIX, las familias con "pedrigí" de los "burgos" españoles tenían un hijo listo en las Cortes o en la Corte de Madrid, una hija en el convento; un hijo en el ejército y ¡cómo no! un hijo curita que debía aspirar a ser al menos obispo. Bueno pues la "Nueva Burguesia Populista" ahí sigue anclada, salvo honrosas excepciones. Y su connivencia y seguidismo sobre los pasos de "su" iglesia son un hecho. Pero es que además ¡les unen tantos intereses!
No se dan cuenta, los Populares y la iglesia, que la sociedad de principios (que es eso de: ¡"en pleno siglo XXI"! digo, nuestra sociedad hoy y, especialmente las mujeres mayoría en ella, han cambiado mucho, pero mucho, mucho, mucho. Vaya que esto ya no es la España del 36 por mucho que parece a ellos, Populistas e Iglesia, bien que les pesa. Y en su "estrategia" siguen.
Todos lo constatamos, lo vivimos diariamente, menos la iglesia española cuyo mundo no es de este mundo. Y así les va. Luego está la hipocresia con la que se manejan. Durante 8 años de gobierno del Partido Popular el aborto y su Ley de despenalización en los supuestos aprobados ¡jamás fue motivo ni de derogación; ni de polémica! Vaya ahora parece que de nuevo hay que volver a "remover" más que conciencias, que antes no les remordieron, la calle y a la derecha contra el gobierno actual.
Mezclar cuestiones morales o éticas con la necesidad, según ellos, de no conceder más derechos y mejores condiciones para quienes li-bre-mente puedan abortar es meterse en un terreno para el que la iglesia española no tienen más autoridad que la que le concede tener unos millones de fieles que siguen sus dogmas de fe.
Doctrinas, por cierto, muy alejadas del mismísimo evangelio que "predican". Y quizá por eso mantienen excelentes relaciones, por cuestiones económicas, con el Gobierno de España, que además les concede generosísimas subvenciones, les exhime de muchos tributos, y mantiene su excepcional y variado patrimonio arquitéctonico e inmobiliario. Ahí no hay discrepancia.
Ya es viejo: " A dios, lo que es dios; al César lo que es del César". Y sí, quién sino la Iglesia Española, y no toda sino parte seamos también justos, y sus aguerridos fieles han de oponerse a cierto avances de la ciencia y el bienestar social. Pero se trata de que "ellos" sí quieren imponernos sus creencias, mientras que los "infieles pecadores" tan solo queremos dotar de mayores garantías tanto jurídicas como sanitarias a aquellas mujeres que: li-bre-mente deseen interrumpir un embarazo no deseado. A nadie obliga la nueva Ley a hacer algo que no quiera. Tan sólo extiende garantías y derechos con el sanísimo fin de que a nadie se pueda perseguir por sencillamente utilizar su libertad.
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